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Karuraqmi Puririnay

-1991-

Seudónimo de Emilia Chávez S. (Huancayo, Perú, 1991). Publicó el poemario LAYQA, nativa de la oscuridad (2021, Lliu Yawar Editorial). Parte de su trabajo poético ha sido incluidos en Poesía Joven Ultimísima – 21 poetas peruanas (Pléyades Ediciones, 2021) y Almandino 02 (Uyay, 2020). Integrante fundadora del colectivo literario “La subversiva – Huancayo. Ganó el primer puesto en la primera edición (2022) de LETRARMA – Combate de poetas, organizado por IMPALA, Revista de Poesía Total. El año 2023 recibe el Premio Heroínas Toledo por parte de la Municipalidad Provincial de Huancayo, en reconocimiento a su participación y contribución cultural en la región.

Esta es una muestra de sus poemas:

Warmi

Me da Orgullo decirlo:
mujer agraria soy
serrana de la puna soy
no me avergüenza cargar mi manta en forma de kipi
ni modelar mi falda mil rayas
mi fustán de colores
y mi pantaloncito de lana.

Me gusta lucir mis dos trenzas con cintas coloradas
mi collar de pepas de eucalipto 
mostrar mis dientes verdes de coca 
hablarle a mi hijito en quechua 
bailar mi carnaval 
tumbarme el cortamonte de un solo golpe con el hacha 
y terminar sinka sinka warmicha

Mi sangre canta mi voz 
es el eco de los árboles y las viejas flores 
me salen ríos por los ojos en invierno 
mi senos son dos paisajes celestes en los días de enero 
mi manos son dos niñas alfareras jugando con la tierra, 
mis pies, gorriones que de salto en salto 
vuelan sobre la chala del maíz.

Soy piedra blanca 
tengo todas las edades 
soy de todos los tiempos 
                   mujer que se parece al cielo 
                   mujer sin querencia ni manada 
                            mujer que le pertenece a la tierra.

Layqa

Nací bruja
reconocí mi reflejo negro en una gota de lluvia y desde entonces lo supe..
A los tres años me descubrí hechicera.
Alumbré muñecos vudús con rostros ajenos
                                                tuertos
                                                manco 
                                                y sordos.
Supe cuando mi madre moriría
y cuando mi madre quedaría ciega.

La bondad nunca fue lo mío 
podía amanecer a la noche
oscurecer al sol
ver el humo azul  de las almas deambulando
mudarme a cuerpos que no eran míos 
confundirlos y hacerlos levitar. 
Así, deje de ser humana 
y me convertí completamente en bruja
salvaje de absenta pura
gato negro que en las noches husmea los sueños.

Me acusan de terrorismo 
por quemar un bosque de hombres
por invadir de insomnios las pupilas de los niños sin madre
por robarle la piel a las azucenas
por hacer parir duendes a los árboles
por dejar caer del tiempo a los ancianos 
por multiplicar mi imagen en los espejos
por santificar la parte oscura e inverosímil de mi ser
po degustar las tristeza y el hastío
por mi mirada pérfida
por mi posesión vil sin santuario
por fermentar en alcohol el rostro del poema.

Sí, por todo eso 
soy culpable.

Tejida y destejida

De tanto ver a mi madre tejer chompas y medias, me hice hilo para estar siempre entre sus manos, en ellas me extendía infinita como puente hasta el cielo. 
Los lunes me hacía ovillo y rodaba por las inmensas chacras hasta llegar al Huaytapallana, ahí, sumergía una hilacha de mi en lo profundo de la laguna, entonces la sirena lo tomaba y amarraba con ella su larga cabellera, evitando que el cabello caído termine en el puchero de la comunidad.
Los domingos por la madrugada mientras dormía, cogía las madejas enmarañadas de mi corazón, las desenredaba y me tejía un muñeco con el rostro de algún padre solo para acompañar mi incertidumbre, después por las noches lo destejía.
Tantas veces fui hilada y deshilada, que aprendí a tejerme a mí misma.

Surcar

Mi alma saliendo de mí
empecinada en ser sol
repta sobre los cristales dorados del día, 
sobre la piel rugosa de los árboles
que de un desgarro 
extirpan 
la piel que me sobrecoge,
mis ojos que dejan de respirar,
el aguacero de mis extremidades que se hacen tierra,
mi voz que se quiebra al golpear hoja tras otra,
mis trenzas flojas y tiesas que caen como lluvia negra del cielo,
mi boca que se hace nido de hormigas.

Hoy desperté siendo retama,
brizna de hierba amarilla
de quien nadie se ocupa
y donde solo los duendes
se asoman para dormir

Voces Lejanas

Dicen
que no hablan las flores,
ni los árboles,
ni los animales,
ni el puquial que hierve de más
cuando estoy cerca.

Dicen, pero no es cierto
hablan de mí,
de mis esquinas
y de mi bravura casi humana.

Apartada del cobre,
del hierro y del cemento
me hablan,
convertida en áurea
luciérnaga blanca
me hablan.
Me hablan en su idioma perdido,
en su vocablo secreto
que sin saber por qué
lo entiendo y lo mastico.

Me hablan los nevados,
las piedras
las montañas verdes y sin color
con todo ese enjambre
de voces alojadas en su vientre.

Cómo no me los llevo
a mi casa de adobe y paja.

Al volver extrañaré
su forma mortal de amarme,
de hablarme,
de desatarme,
extrañaré la transparencia de sus rostros,
la extraña tesitura de sus voces,
el color de su levedad,
su despoblada eternidad
que nadie entiende ni escucha.